Érase una vez unos engendros…

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dudasEstos días las lluvias dejaron paso a la primavera, nos dieron ese pequeño respiro entre la añoranza del buen tiempo y el decir a cada hora ¡qué calor, qué ganas de fresquito! El tiempo, el comodín del público en las conversaciones de ascensor, sociales, del portal cuando ves a la portera, el inicio de una charla en situación incómoda, a no ser que seas Mario Picazo que no tienes otro tema, a parte de la seguridad en el hogar o mi amiga la loca por partes meteorológicos y las páginas webs del tiempo, es increíble que se sepa el tiempo que va a hacer hasta el verano ¡lo sabe! Y te lo dice con la certeza de las viejas enciclopedias o los viejos del lugar.

Hablando de todo un poco. Llega el buen tiempo, y a lucir nuestros cuerpos. Me ha pillado de imprevisto el cambio de armario y sigo yendo por la calle como si estuviera en el polo norte, así yo soy, de extremos, con pantalón corto y abrigo.

Tengo la dicotomía de cómo salir a la calle ¿me medio desnudo y salgo a la calle con la ropa de verano? o ¿me muero de calor con mis jerséis de cuello vuelto? ¿Quién inventó la ropa de entretiempo? ¿Por qué la gente se pone leggins sin nada encima? ¿Por qué llevan tanga blanco con leggins negros? ¿Qué hay entre un tiempo y otro? ¿Cuándo terminará de venir el invierno a Invernalia?

¿Me voy de compras o reciclo la ropa del año pasado? ¿Eso es ser vintage?

No lo sé, sigo dispersa y con muchas dicotomías.

Dudó entre lanzarme a la aventura de buscar trabajo fuera de España, vivir fascinantes historias subtituladas en inglés, salir en Españoles por el mundo si me va bien o en Callejeros si me va mal. O quedarme en mi aburrido trabajo, aguantar a las pesadas pero entrañables señoras de edad avanzada mientras intento apretarle las fajas, ahora que viene el veranito quieren lucir sus nuevos trapitos aunque no sean de su talla.

Dudo entre adelgazar de una vez los diez kilos que me sobran y poder ponerme los vaqueros de mi hermana o aceptar mis curvas de una vez y lucir cuál musa de Rubens.

Dudó si volverme abstemia, dedicarme a beber zumos de piña, no salir por las noches y pasear más por el parque o seguir quedando con mi jefa a tomar cañas después del trabajo, que ahora se llama afterworks, que en inglés mola más, quedar con mis amigos para tomar copas en las terrazas de verano o invierno mientras hablamos tonterías, o con el cirujano que me encuentro hasta en la sopa.

Dudó si ser buena y dejar de quedar con chicos que no me convienen, macarras y poco románticos y dar una oportunidad al informático de la tienda que sigue viniendo por aquí a pesar de que el ordenador sea de una marca que no arregla su empresa.

Y entre dudas y dicotomías y medias de temporada me voy a tomar unos vinos con un macarra que conocí en un bar el fin de semana pasado. Me pondré mi mejor escote de verano.

Ya os contaré.

Gafapasta Jones


¿Qué hay peor que la primavera que la sangre altera? Los últimos días de los meses de primavera. La razón es simple: a la revolución hormonal por el comienzo de los calores se le unen la escasez de crédito para irse de putas, para emborracharse en sitios dignos y para dedicarse a cualquier actividad motivante que no sea el onanismo.

Esos días los ánimos están a flor de piel y yo, como cirujano plástico, lo noto más que nunca en mis disecciones diarias. Tómese por ejemplo el día de hoy: llego a la oficina y lo primero que me encuentro es a la secretaria montándoselo con uno de los comerciales sobre la fotocopiadora. ¡Normal que tenga tan poco trabajo! Si el que se supone que tenía que estar vendiendo prótesis mamarias se dedica a mamar de las prótesis ya implantadas el negocio se va a pique… para que luego digan que la razón de todos los males está en la empinada prima de riesgo. Después paso a la sala en la que trabajan la responsable de logística que en lugar de estar comprando la anestesia más barata que apruebe la OMS está buscando en Internet dildos para su perra que anda igual de salida que nuestra secretaria, y al director comercial, jefe del personaje que está disfrutando del polvo rápido en la otra sala, centrado en las promos, pero no en las nuestras, sino de los puticlubs de la próxima ciudad a la que tiene que ir para una conferencia. Y cuando ya creía que la peli porno se acababa, entro en mi consulta, mi reducto personal e inviolable, y me encuentro a mi puto compañero argentino y a su espeluznante hermano cepillándose a una de mis pacientes que quería hacerse una liposucción urgente y a la que han cambiado el diagnóstico por esta terapia de choque.

Así andamos. Sin dinero, sin novia y ahora también sin pacientes a los que rajar para sentirme realizado. Por consiguiente he optado por sacarle partido a la situación y con la tarjeta de crédito de la empresa que se le ha caído de la cartera a uno de los dos que estaba echando el polvo en la recepción me he ido a tomar un ron con cola a una terraza del bar de al lado a la espera de que se calmen los ánimos. Total, ya se sabe que en toda empresa que se precie existe una cuenta de gastos oculta… lo mismo hasta me animo y me ligo a la gafapasta de la mesa de al lado que está leyendo a la espeluznante Lucía Etxebarría con una tónica (¡sin ginebra ni nada!).

Román Tico Macarrón