Érase una vez unos engendros…

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¿Qué hay peor que la primavera que la sangre altera? Los últimos días de los meses de primavera. La razón es simple: a la revolución hormonal por el comienzo de los calores se le unen la escasez de crédito para irse de putas, para emborracharse en sitios dignos y para dedicarse a cualquier actividad motivante que no sea el onanismo.

Esos días los ánimos están a flor de piel y yo, como cirujano plástico, lo noto más que nunca en mis disecciones diarias. Tómese por ejemplo el día de hoy: llego a la oficina y lo primero que me encuentro es a la secretaria montándoselo con uno de los comerciales sobre la fotocopiadora. ¡Normal que tenga tan poco trabajo! Si el que se supone que tenía que estar vendiendo prótesis mamarias se dedica a mamar de las prótesis ya implantadas el negocio se va a pique… para que luego digan que la razón de todos los males está en la empinada prima de riesgo. Después paso a la sala en la que trabajan la responsable de logística que en lugar de estar comprando la anestesia más barata que apruebe la OMS está buscando en Internet dildos para su perra que anda igual de salida que nuestra secretaria, y al director comercial, jefe del personaje que está disfrutando del polvo rápido en la otra sala, centrado en las promos, pero no en las nuestras, sino de los puticlubs de la próxima ciudad a la que tiene que ir para una conferencia. Y cuando ya creía que la peli porno se acababa, entro en mi consulta, mi reducto personal e inviolable, y me encuentro a mi puto compañero argentino y a su espeluznante hermano cepillándose a una de mis pacientes que quería hacerse una liposucción urgente y a la que han cambiado el diagnóstico por esta terapia de choque.

Así andamos. Sin dinero, sin novia y ahora también sin pacientes a los que rajar para sentirme realizado. Por consiguiente he optado por sacarle partido a la situación y con la tarjeta de crédito de la empresa que se le ha caído de la cartera a uno de los dos que estaba echando el polvo en la recepción me he ido a tomar un ron con cola a una terraza del bar de al lado a la espera de que se calmen los ánimos. Total, ya se sabe que en toda empresa que se precie existe una cuenta de gastos oculta… lo mismo hasta me animo y me ligo a la gafapasta de la mesa de al lado que está leyendo a la espeluznante Lucía Etxebarría con una tónica (¡sin ginebra ni nada!).

Román Tico Macarrón